“Viajar es un ejercicio con consecuencias fatales para los prejuicios, la intolerancia y la estrechez de mente”.

Mark Twain

Un billete en hindi e inglés promete que mi tren a Nueva Delhi partirá del andén 1 a las 19.15. Presuroso le dije a mi chofer que quiero estar una hora antes para ver la India sintética, que condensa una estación de tren, Sing (el chofer) con una sonrisa permanente me dice, aunque llegue 5 minutos antes igual tendrá tiempo, no obstante una hora antes de la partida estipulada me llevó a la estación central de Varanasi.


Con un saludo reverencial como si despidiera a un británico que se va para regresar pronto, extiende su mano amigable, a este compañero de tantos kilómetros recorridos juntos, me despido con una mezcla de seguro nunca más nos volveremos a encontrar o tal vez mañana en algún lugar recóndito de esta caja de sorpresas que es la vida, nos entrelazamos en interminables y parsimoniosas charlas, mientras gastaba mis siete vidas con su conducción, pero esto amerita otro capítulo.


Al darme vuelta me da la bienvenida un edificio inmenso, adornado con cientos de guirnaldas en colores verdes, blancos y rojos. Los colores de la bandera, ya que hoy, celebran el día de la república.


Y allí mismo donde mis ojos repletos de imágenes, necesitan parpadear para abrir nuevos archivos… me asaltaron miles y miles de personas, vacas, monos, autos, motos y nada de lo que una mente occidental pueda estar preparado para ver. Esto es lo que se llama viajar en tren en India.


Me acerco al inmenso cartel de información para verificar el andén de mi tren y… atención, en el acto me di cuenta del último aprendizaje que me dejó mi Coach hindú Sing.
Mi tren tiene una demora de ­­4 horas!!! Tiempo suficiente para vivir la India, desde una estación de trenes que, aunque fue diseñado por ingleses, no tiene nada que ver con la puntualidad británica.


¿Qué hago en 4 horas aquí?
Aprender!! Inmediatamente desde mi mente inquieta salí y busqué un lugar libre en algún banco… encontré el banco más grande del mundo: era el suelo lleno de mugre, tierra y cuanta cosa puede estar sobre él; por donde pasan casi 500.000 personas al día y también animales. El piso está ocupado totalmente.
Miro buscando y preguntándome qué hago allí y así me lanzo a vivir lo inevitable.


Encuentro un lugar debajo de un cartel que publicita no se qué, y desde ese espacio donde todos estamos a la misma altura se puede ver un mar calmo de gente. Sólo se ofuscan los que llegan y confirman sus demoras, pero se van calmando, los ojos salen a la caza del lugar, se hacen espacio y se preparan para el gran ritual hindú en todos los lugares… hacer nada.


En esa nada, que es lo único que entra en el vacío hay que encontrar lugar adentro de nuestro ser, vaciando lo que no nos permite recibir, para poder incorporar lo basto que en cada milímetro alrededor.


Y como todo lo que sucede conviene, conviene que salgamos a dejar entrar esta India impactante.
En este espacio, la organización de un tumulto es una definición romántica, aquí el caos viene a pasar sus vacaciones.
Aquí está una de las síntesis de un país desbordante, que ya se auto proclama ser un sub continente.


En este campo de concentración, pues es necesario estar así, pues en cualquier momento, la demora anunciada cambia y te «avisan» que está saliendo tu tren y velozmente tendrás que salir de meditación.

Allí mismo aparece un leproso con sus pies carcomidos arrastrándose, casi limpiando la alfombra de tierra, extendiendo su mano y mirándote con un solo ojo hábilmente entrenado para la súplica y cuando recibe su limosna recién abre el otro, el atorrante se va moviendo con una danza pendular, pasa al lado del vendedor de diario, que vocifera con gritos largos mientras no le compran para leer, si para para acostarse sobre las noticias que hablan de una India poderosa, de la que ellos poco participan.

A corta distancia , un pequeño monolito con una información, en medio de la plataforma de salida, informa la ubicación de los urinales, me acerco y nuevamente el asombro aparece, los olores, le avisan a la próstata que aquí también se pensó en ella, no en el entorno pero en ella sí, y allí mismo, sin recato alguno hacemos cola, sino cualquier pared es voluntaria mansa de estas inquietudes.

Aquí todo se aguanta, las demoras, el tránsito, el ruido, pero las ganas de orinar, defecar o eructar, eso sí que no.


Aparecen hombres de la mano, una costumbre de aquí, parecen jugar a la farolera, buscando que levanten la barrera, pero no hay coroneles, sólo policías con largos palos para poner orden con sus mauser, sacados del museo, pasean erguidos sabiéndose de una casta moderna y privilegiada.
Todo tiene rastros de «Pan», una mezcla de tabaco Hachis, chocolate y especias que literalmente los de estas tierras están masticando TODO el día y cuando no lo mastican lo escupen en cualquier lugar, quedando regado el suelo con una mancha roja.
Los errantes son una cantidad de seres que con sus atuendos de sólidos e intensos colores, marchan a ningún lado, eso sí con paso firme, solo acompañados por un palo, buscando el nirvana, mientras una limosna le recuerda que hay que poner algo en el estómago.


Los lustrabotas trabajan en equipo, de repente te encontrás con heces de vaca en tus zapatos, justo cerca de uno de ellos, y cuando buscas que te limpien y saquen ese nauseabundo olor, -ver esto me causo mucha risa- es que el socio del lustrador, con un palito flexible le va tirando a los prospectos con puntería inigualable el regalo de la reencarnación del dios shiva, … eso es trabajo en equipo.


Las mujeres enfundadas en sus saris multicolores sentadas y rodeadas de bolsos.
Las casadas muestran en la línea del medio de su peinado una raya roja que de acuerdo a la vida que le augura a su marido es más larga o más corta, se nota que hay de todas las expectativas, inmediatamente sonrió pensando cómo sería la raya de ciertas personas que conozco.


El vendedor de juguetes para niños recorre los laberintos humanos cargando en su cabeza una inmensa bandeja repleta de animalitos en maderas, haciendo sonidos, mientras que en su mano derecha, va jugando con ellos e intensifica más el juego en la proximidad de un cliente donde se detiene haciendo magia de sonidos.
Indudablemente, los ruidos aquí tienen una importancia mayúscula.
Los niños juegan con sus ojos profundos taladrantes de candor. Los otros de aquella isla de gente que están a escasos metros, permanecen sentados al lado de los mayores, en silencio, sólo sus ojos movedizos muestran sus ganas de jugar.

Desde afuera ingresan poderosas, las canciones de mantras de un grupo de brahmanes que están cantando, ya hace horas con sus sonidos particulares y sus pequeños platillos taladrantes, cantan a la elevación… y piden que llegue el tren. ( eso deseo)


Los olores a comida inundan en oleadas el lugar, con ráfagas de especias donde el picante y su majestad el curry hacen saber de su omnipresencia.
Los vendedores de frutas en grandes bandejas circulares, las ofrecen peladas en una sinfonía de colores de dudosos sabores


Los jóvenes con sus vestimentas cada vez más occidental, se sacan fotos mostrando sus impecables dientes en una sonrisa que sale fabricada pero intensa, por supuesto que el festival de celulares se hace presente en cada foto y no buscan fondo… no hace falta, donde te pongas habrá gente.


En la esquina de la inmensa sala de espera hay un notario en su escritorio móvil que certifica lo que necesites a último momento y con un festival de sellos atestigua la transformación de un papel en… poder.


Los acarreadores de equipajes con sus carros de la época del genocidio alemán, llevan paquetes, quién sabe qué a dónde y para quién.
Con sus caras enfundadas en arrugas, muestran la trayectoria generacional del oficio, se abren espacio entre el gentío solo con un lacónico grito y el mar de almas se mueve en cuestión de segundos y todos volvemos como el mar a tocar nuestra playa abarrotada.


De repente el inmenso, único interlocutor, el cartel, se rompe ocultando toda esperanza, lejos de preocuparse, mis ya compañeros ni se inmutan, mientras pienso- Bueno, me quedaré a vivir aquí mientras juego a encontrar las siete actividades que haría.- #exploralo. Sorpresivamente las encuentro y nuevamente siento que todo lugar es nuestro lugar si aprendemos a encontrar qué hacer o… no hacer.


A todo esto, aparece intempestivamente la gran compañera de la noche de Varanasi: su eminencia,la niebla que pone una capa de misterio aún mayor a este espectáculo de ruidos y silencios
Todo ahora se convierte en una densa sensación de ahogo, de humedad y frío. Las pashminas hacen una gran danza acomodándose al ritmo de sus dueños, que con destreza sin igual, cubren su cabeza, el pecho y en una vuelta magistral la espalda quedando en una sugestiva punta en el medio de su sus piernas, el extremo del género, el infaltable golpecito de la mano derecha sobre el hombro izquierdo hace de pegamento, para que ese bello género guarde reposo abrigando y dando glamour a un espacio por momentos tenebroso.


A mi lado el señor del turbante bordó, advierto que está» a punto de escupir su «pan» y sólo estoy atento a que no me salpique ese líquido hacedor de ensoñaciones y así como así, en un instante abre su boca y una catarata de saliva roja va a parar allí adelante, al límite del andén, mira para otro lado y otro poco de pan ingresa a su boca sedienta de más ensoñaciones y de un piso que se resigna a recibir su pintura roja permanentemente.


Es más, estoy escribiendo esto ya casi llegando a Dheli en mi asiento compartido de hindúes y es una sinfonía de todos los ruidos gástricos que se imaginen, acompañados por los de la nariz en este coro interior estrepitoso.


Más de 10 millones de personas transporta el tren en India por día conectando más de 7.000 estaciones que son la réplica de este microcosmos, lleno de color, olores y sensaciones. Indudablemente compruebo que viajar en tren en India es haber estado en las entrañas de la síntesis, en donde lo místico se confunde con lo pragmático.

Todos esperamos algo aunque sea un tren y eso ya habla, que hay un lugar y un tiempo en donde el aquí y ahora, juegan a embriagarnos con un no futuro con un no destino haciéndonos dar cuenta, que la prisa es eso que te lleva a volver para quedarte quieto, observando cómo el mundo adentro tuyo se mueve buscando descansar… hay tiempo, hay vida y como si fuera poco esto, el tren se detuvo no sé cuánto tiempo, y mi vida se mueve más y más adentro en cada instante en esta experiencia única e iniciática.

Me dispongo a prepararme para no hacer nada: gran deporte hindú.
Y ya llevo 18 horas desde que Singh me dejó en la estación… nada al lado de las millones que pasé en mi vida…

¿ Cómo hacer nada? #exploralo.

Compartilo y por allí aprendemos a quedarnos quietos .

4 comments on “El imperio del tren.

  1. Magistral tu relato, Isra. Hace parecer una impresionante aventura, algo que a cualquier occidental nos hubiera hecho perder la paciencia. Genial tu Transformación de un momento que ejercita la paciencia, la Observación, y la reflexión de cuánto aprender sobre otras culturas!

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  2. Y sí, ya lo creo que es una experiencia única.: los mendigos no compran diarios para leer, si para para acostarse sobre las noticias que hablan de una India poderosa.

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