Escuchar, respirar conscientemente, oler, saborear, sentir y aprovechar el momento….
Ami
Exactamente a las trece y treinta, la radio se convertía en el centro de la reunión alrededor de la Hitachi Transistor WH-822h, enfundada en su cuero marrón con agujeritos.
El dial clavado en LV-12 y un locutor, que ensayaba sus mejores “rr” porteñas corría el telón de los megahertz al decir: “Transmite LV12, Radio Independencia desde sus estudios centrales en San Miguel de Tucumán, Jardín de la República”. Inmediatamente caemos de lleno en una música con redobles de trompetas y platillos que nos hacían vibrar todo el cuerpo.
Otra voz, ahora aterciopelada, modulaba: “La compañía de Ricardo Jordán nos presenta -redoble de trompetas- ¡ELLLL LEÓN DE FRANCIA!”
Un breve repaso del último capítulo nos conectaba con el instante en el que EL entraba rompiendo la ventana -se sienten los ruidos de los vidrios desparramados sobre el piso, el caballo que relincha en el patio, justo al lado de la fuente, en el mismisimo centro del castillo y «Don León», que le susurra al oído, promesas de amor eterno a ella, prisionera en su alcoba de pesados brocatos rojos-.
Él esta siempre alerta, pues la llegada de los guardias no se hace esperar. Entonces, huye por la misma ventana hecha añicos, pero antes deja un ruidoso beso en la mano de su amada , en su oído -y en los nuestros- acompañando la promesa de regresar muy pronto. A continuación, salta con certeza de equilibrista sobre el blanco corcel y se aleja cortando el viento y la oscuridad. El sonido del galope que se va perdiendo, es tapado por el suspiro de ella, a la ansiada espera de otra visita, rompedora de ventanales, mientras la rodeaban los metálicos guardias que siempre… llegan tarde.
Esto y muchisimo más es acompañado nuestro silencio de radioescuchas que, sentados en la vereda, entre ruidos y ruidos, relatos y relatos, consumíendo la bolsa de mandarinas, que oficiaba de ansiolítico ante tamaña intriga sembrada por Ricardo Jordán, dueños de las siestas invernales de mi pago.
Apenas él León escapaba, nuevamente se escuchaba el relato de las “rr” con las preguntas obligadas: “¿Volverá el León? ¿Sanará de su mortal herida? ¿Descubrirán su escondite? No se pierda el próximo capítulo mañana, a la misma hora y por el mismo dial”.
En seguida el clima se distendió y las sonrisas relajaban los maxilares que degluten la fruta, pues llegaba la otra novela … “Tijereta Vizcacha, el terror de las muchachas” con la voz del inconfundible Jaime Kloner, un gaucho risueño que con sus aventuras y desventuras sacaba risotadas del auditorio. Las preguntas finales en vez de intriga te dejaban con lástima las siguientes veinticuatro horas, hasta dilucidar con qué sorprendente arrebato el protagonista solucionaba la última metida de pata.
Sale de la radio, la noticia esperada cuando llegara la compañia artistica por mi pueblo.
Se las esperaba con pasión. La fecha de la premier era redondeada en el almanaque de la cocina .Un auténtico acontecimiento familiar.
Aquella vez la función fue, en el salón bailable de «Don Saleme», el mítico Recreo San Telmo, que está “deste lao del río”.
Para la ocasión, un cable con focos pintados de diferentes colores acunaba una guirnalda que avisaba: “aquí pasa algo”, y sobre una chapa con un fileteado desprolijo se leía: “RICARDO JORDAN Y CIA. PRESENTAN”, y la obra a continuación. Ante esto, el corazón latía diferente. Luego, en la ventanilla, al comprar las entradas, nos sentíamos en un castillo; en minutos se concretaría el encuentro con las caras que la Hitachi marrón nos mostraba todas las siestas.
Y adentro, mi alma. El Recreo San Telmo lucía diferente. Las sillas plegadizas, a las que hay que reservarlas antes, cubrían la cancha de básquet-multipropósito. Y sobre el escenario, aún oscuro, unas telas oficiaban de telón para cubrir el suspenso del espectáculo tan mentado.
Y como el invierno ingresa por el techo de estrellas y tampoco brisa del río paga entrada, es mejor sentarse todos juntos, uno a la par del otro.O sea“amucharse”.
La cita es a las 21, pero se acostumbra una demora de media hora, para los que vienen de lejos.
Y finalizando la espera , los aplausos insistentes de la concurrencia, dan la señal para el magistral comienzo, con la luz de improvisados reflectores,en latas de durazno al natural ,se iluminaba el telón. Desde las bocinas gigantes, la música de la Hitachi suena a todo volumen. -¡Qué nervios, conoceré al León de Francia, espero que haya traído el caballo!-me decía esperanzado.
Además de las latas de durazno al natural, los bidones de aceite de 20 litros (esos de la YPF de don Juan Rojas), cubierto con celofán de colores, fabricaba el día o la noche, la pasión o la penumbra, el campo verde o los salones brillantes. Todo era posible gracias al celofán, al tarro y un foco.
Los telones no se avergonzaban de las “L” o los “7” producidos por los traslados, ¿quién te dice? Habrá sido una estocada de la espada de León?
Los personajes vn apareciendo acompañados por las miradas absortas y los aplausos efusivos, mientras que el actor, con un volteo de ojos, agradece para no sacar de concentración a la platea. Cuando el elenco se había presentado, al final, siempre al final sale… la estrella: “Ricardo León de Francia Jordán” y, ahora sí, los aplausos, gritos, silbidos con los dos meñiques en la boca nos llevaban al éxtasis. Él respondía con un galante movimiento de cabeza.
-¿Qué pasará cuando salude el caballo?-, acotaba a mi in-quietud.
La obra se divide en tres actos. En los intervalos, la venta de números para la mesa servida circula al módico precio de la mitad de lo que cuesta una empanada, «todo» a beneficio de la cooperadora de alguna escuela del campo.
La mesa servida exhibe siempre los mismos «manjares». Sobre un tablón cubierto por un mantel prestado, reposan los platos llenos, en el medio un jarrón con flores artificiales, más allá unas docenas de empanadas (las de repulgue arriba son picantes, las de repulgue al costado, dulces), pan casero y del otro costado, una bandeja con ensalada rusa casera, otra con pollo en escabeche con mucha zanahoria -como lo hace mi mamá-, varios vinos, gaseosas y unos sifones de la sodería de don Sayago.
Coronaba la mesa un lechón, con un limón en la boca, rodeado de mucha lechuga. Una flanera chorreando el caramelo contenía el postre y para el brindis, una sidra Tunuyán que transpiraba frío.
Como suelen quedar números, en el último intervalo tendrá lugar el remate de siempre.
Durante el transcurso de la representación, mi extrema concentración me permitió notar la absoluta quietud en el lado derecho de Don León de Francia. No pude creer lo que había descubierto, “seguramente es obra de mi imaginación” me decía íntimamente, al mismo tiempo que la realidad lo confirmaba. Efectivamente, él León de Francia, Ricardo Jordán, tenía un brazo ortopédico. El, que con su florete desarmaba centenares de guardias…, El, que entra por los tejados, cabalga y dispara a la vez. A ÉL justo a ÉL… le falta una mano… ¿en qué lucha la habrá perdido? ¿O a ese capítulo me lo perdí?
Sí, era increíble, Ricardo tenía una mano menos. Pero, aun manco, es más loable su trabajo de amante valiente.
Y el caballo no apareció… mejor, porque, al paso que vamos, seguro que es de palo de escoba.
¿Y cuando llegue Tijereta Vizcacha? Capaz que es elegantísimo, rubio y de ojos claros.
Cuando vino «Tijereta Jaime Vizcacha Kloner»,descubrí que no había errado y, además, el interpretaba a “Hormiga Negra”, pero la que nos dejaba enamorados era la hermosa Ana María Alfaro y su “Danza de la gitana”.
Y de ilusión en ilusión la Hitachi y el Recreo San Telmo me tenían en jaque, ilimitando mi imaginación .
¿Donde nace la imaginación ?
Capítulo XXI de mi próximo libro «El ruido de las alas»… un niño que adoraba soñar.
Galería de recuerdos.
Imperdible la trastienda de los maestros en hacernos escuchar para ver.
Genial!!!! Jajaja nosotras escuchábamos a las 15 hs el radio teatro con… Blanca Lagrota y Narciso Ibáñez Menta!!! Ahhhhh los pelos de punta del suspenso!!!
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Muy bueno Narciso una voz única
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Fabuloso si creo haber visto o alguien haberme contado las novelas q todos escuchábamos por radio
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👍🏾
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Aqui en Sgo. se escuchaba mucho LV12 Rafio Independencia de Tucuman.
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