La felicidad no es una cuestión de intensidad, sino de equilibrio, orden, ritmo y armonía.
Thomas Merton.
Llegar a Viena desde arriba, es como pedirle permiso al Danubio para aterrizar que con su azul inmenso avisa que por aquí… manda el.
La dinámica aorta líquida, baila un Vals con y de Strauss, mientras que en la ciudad se está despidiendo a un nuevo difunto con el réquiem de Mozart.
En el parque de diversiones Prater, ese mismísimo lugar donde la primera vuelta al mundo de la historia ahora es un restaurante. En uno de los carros dos amantes almuerzan buscando hacer de esa vuelta un infinito. Ellos/nosotros imitamos al pincel de Gustav Klimt como si fuéramos la nueva versión del memorable «El Beso» que también aquí se exhibe.
La histeria se arremolina en la calle Berggasse 19, pidiendo turno en el consultorio de un Sigmund que hace las valijas para escaparse de la Gestapo.
En la catedral San Esteban un monje marrón recita el “ave verum” recordando aquel tiempo en el que se venía a rezar y no a sacarse selfies.
Aquí todo está quieto, hasta el mismísimo desorden.
En esta ciudad ingrata a Mozart que hoy se encarga de ponerlo en cuanto afiche y fetiche puede. Parece que de muerto ejecuta mejor.
Toda la domesticación se hace presente, en cada murmullo de cada barullo, las estatuas vivientes se pierden entre tantas estatuas móviles que se transportan por auto-control remoto por las calles marcadas para el tour nuestro de cada dia.
¿Tanta música para tanta tristeza?
¿Tanto orden para tanta historia dolorosa?
Caminar por Viena es como jugar de niño y encontrar las vajillas de fiesta de la abuela, en aquella vitrina prohibida, sentir que mis ojos y mis ganas quieren desordenarlo todo…pero la llave está escondida y romper esa quietud sería peligroso.
En Viena no se ven policías. ¿para que?
Esta ciudad, donde la gente se disputa el sol, que siempre juega a las escondidas y con amarretismo intenta colorear la impecable blancura de los cuerpos hijos, del invierno permanente.
Viena una hermosa ciudad para desordenar.
No es una casualidad que aquí crearon inmortalidades Mozart, Freud, Strauss, Klimt y tantísimos más.
Viena la ciudad donde las contradicciones conviven congruentemente.
Me intereso por la baguette viennoise (el famoso Pan de Viena). Y en su historia descubro la síntesis del equilibrio austriaco.
El Pan de viena, con su miga suave, esponjosa y fina, ligeramente dulce, el “pan del equilibrio” cocinado con vapor inyectado, le da humedad logrando un miga ligera, bien ventilada, circundada en una corteza dorada, crujiente y hojaldrada.
Ya estoy en la panadería saboreando el pan mientras siento en cada bocado la Viena del perfecto equilibrio como cada obra de arte…. amasada como el pan.
¿Será que el pan de cada lugar, tendrá que ver con el cómo somos? #exploralo
A ver a ver, que conexión encontras con el pan de tu zona y los comportamientos sociales?
Te leo…
El blog de Isra Cinman 
En mi pueblo Rancul, estaba el pan de Castro y el pan de Geuna . Siempre mi madre decía corriendo Jorgito traeme 2 pan flauta de Geuna el más crocante ¡!
Unicooo ¡!
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Jajajaja en mi pago el pan de mujer
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Me crié en una panadería… pero cada tanto mi mamá me mandaba en secreto a comprar pan de la panadería de Zurlo y unos bizcochos de la panadería de Vottero… me sentía como James Bond en esas misiones secretas… y después, a comerlos rápido para queden huellas de la traición… je! Claro que el pan es como la gente, y la gente como el pan que come!
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Jajaja que buena anécdota
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